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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
—Espero no haberle interrumpido, era sólo que quería presentarle como se debe a mi hermano — Sonreía mientras señalaba con la palma hacia arriba al muchacho del peinado extravagante, el cual se limitó a observar por el rabillo del ojo a Isamu.

—Ya me ha visto — Soltó sin más.

—¿¡Eh!? — La muchacha se encogió sobre sí del sobresalto. —¿Pero siquiera tuviste la decencia de decirle tu nombre? — Infló los cachetes y se cruzó de brazos.

El muchacho no dijo nada y sólo levantó los hombros con resignación.

—Ay amenokami mío no tienes remedio. Pérdonelo Maki-san, que a Kagetsuna parece que se le olvida a veces como debe comportarse — Intercaló la vista de regreso al del parche. —Anda, saluda — ordenó.

El de la coleta alta apenas agachó la cabeza, con desgano.

—ASÍ NO. Que con los desconocidos no puedes ser tan informal, inclínate un poco más — Dijo observando desde su silla.

El muchacho pasó a agacharse aún más, aunque con la espalda algo encorvada.

MÁS.

Por un momento la eterna cara de seriedad del chico se vio perturbada por un leve movimiento de ceja, pero al final terminó haciendo una reverencia completa.

—Bueno, peor es nada. Ay Maki-san. En serio quisiera terminar de agradecerle por lo de estos días. Esta vez hice pescado empanizado frito con algo de papas. Es una receta especial secreta que aprendí hace tiempo en Coladragón. Además conseguí algo de ame-cola. De por sí estos días han sido frustrantes, ¡no puedo dejarlo ir con el estómago vacío luego de hacerlo limpiar toda la casa! Por favor, espere unos minutos y el almuerzo estará listo — Sonrió.
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No se preocupe, ya había terminado de hacer todo y estaba por venir aquí.— La mirada del Hozuki se desvió hacía el otro chico, esperando y viendo cual era la reacción ante las palabras de su hermana. Ante la indiferencia de este, Isamu ya iba viendo por donde venían los tiros con ese chico. Simplemente parecía ser así y no era nada personal, o eso quería pensar él, por lo que no le daría mucha importancia a las futuras actitudes del muchacho. Después de todo, Isamu también era un poco hermético o arisco en las primeras tomas de contacto que se tienen con él.

Al igual que el otro shinobi, sin inmutarse se quedó mirando a Hangaku, la cual pronto reaccionó y se disculpó por como se mostraba su hermano.

No se preocupe, a mi no me molesta eso.— Sonrió y negaba con las manos. —No es necesa-. — Iba a decir luego de la primera orden de la muchacha, pero él mismo se interrumpió al ver la acción de Kagetsuna.

Se quedó observando lo rápido que había reaccionado el muchacho ante las palabras de su hermana. Parecía no querer buscar problemas y hacía caso a todo lo que decía. Finalmente, Hangaku logró su cometido y, aunque con cierta resistencia, el shinobi terminó haciendo la reverencia.

G-gracias.— Dijo algo sorprendido y sin saber que decir al verlo hacer la reverencia. Tenía ganas de reír por el toma y daca de los dos y como se fue dando, pero prefirió quedarse callado y no parecer faltoso con el otro muchacho.

No era necesario todo eso Isa-san, pero me encantaría probar lo que está preparando. Huele muy bien la comida.— Sonrió nuevamente y se fue adentrándose hacia la cocina, para ponerse a esperar que Hangaku termine la comida. —Aunque, espero no molestar.— Soltó, siendo sutil y refiriéndose a Kagetsuna.
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El chico del peinado extravagante no respondió en lo absoluto. No cambió su cara en lo absoluto, siendo que literalmente parecía como si nada le importase en esta vida. Casi podrías decir que la mirada de su único ojo estaba muerta. Y sin embargo esto no parecía perturbar en lo absoluto a Hangaku, quién era todo alegría -en la medida de lo posible- respecto al varón.

—¡En lo absoluto! Acá yo decido las cosas, no debería haber problema, yo soy quién lo he invitado, así que no debe apenarse por ello. ¿Verdad? — giró su cuello al hermano.

El chico del parche, sólo volteo levemente y asintió con la cabeza hacia ella para luego volver a clavar la mirada en Isamu.

—¿Ve? Además usted lo ha dicho, tienes ganas de probar y yo no pienso dejarlo con el antojo — Se giró de nuevo. —Creo que todo ha terminado de sofreírse en lo que hablábamos. Kagetsuna, ayúdame a servir — Ordenó alegre.

—Vengo cansado y a mí me pones a trabajar — Se quejó, pero aún así obedeció, ayudando a la chica a mover su silla.

—Maki-san, ¿le puedo encargar servir la bebida en los vasos? — Pareció recordar de pronto, con tal de no dejarlo parado esperando.
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Entiendo, en ese caso me quedo. Ya me estaba agarrando un poco de hambre.

Miraba como ya iban a empezar a servir la comida. Indeciso se quedó quieto, titubeando en sus movimientos y amagando a ayudar, pero sin saber bien que hacer.

Claro, ya sirvo.

Salvado por las palabras de Hangaku, fue a recoger los tres vasos y la Ame-cola, sirviendo la bebida en cada uno de los recipientes. Dejó los vasos apoyados en la mesa y esperó a que los hermanos terminaran de acomodar todo, y viendo si podía ayudar en algo, para luego él poder sentarse.

Miraba atento la comida, deseoso de la misma y con notorias ganas de estar comiendo el plato que preparó la chica.

Parece que se esforzó mucho en la comida, Isa-san. — Sonrió. —Se nota que es muy buena cocinando.
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—En esta cosa si quiero comer bien debo valerme por mí misma — Estaba henchida de orgullo.

—¿Eso es una indirecta para mí? — Giró el cuello el muchacho, aunque no parecía molesto en lo absoluto. Realmente parecía que no sintiera nada.

—Ah vamos, ¿no te puedes tomar de forma relajada una broma? — Infló los cachetes.

—Lo decía, porque si hay alguna queja, no será humillándome enfrente de alguien más — Dijo pelado.

—¡Kagetsuna!— Le regañó, aunque este no pareció reaccionar en lo absoluto. Entre tanto volteó a ver al pelinegro. —En serio, ignórelo, él es así. No sabe medir la lengua pero en realidad él no busca problemas, se lo juro — Agitó la mano restándole importancia al asunto. —Bueno, mejor disfrutemos del almuerzo antes de que se enfríe. ¡Que arpoveche! — Juntó sus manos dando las gracias antes de hincar el diente a los perparados.

El hermano hizo lo propio en silencio, pareciendo completamente insimismado al punto que parecía que los únicos ahí presentes eran Hangaku e Isamu.

—¿Y bien? Espero que esté tan sabroso como se ve — Sonrió.

Una vez terminada la comida, la muchacha tomaría los platos y demás en la mesa. Increíblemente, sería el otro joven el que las recogería sin decir ni pio, dándose la vuelta para llevarlos al lavatrastos como si fuer aun robot programado de limpieza.

—Muchas gracias por la comida — Diría la joven. —Supongo que con esto la misión que ha encargado Karaga ha sido cumplida — giró su cabeza. —Sé que fueron pocos días pero, aunque sea su trabajo, me gustaría agradecerle por su amabilidad para conmigo en estos días — Hizo una reverencia.

El del parche, ignoraba lo que sucedía a sus espaldas mientras lavaba los utensilios.

—Creo que usted ha hecho más de lo que debería por mí.
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Se quedó viendo a ambos, en su particular y, para él, divertida discusión, esbozando una leve sonrisa.

Están en su casa, no me deben explicaciones. — Reía un poco y negaba también con las manos. —Actúen como si no estuviera acá.

Se sentó con los hermanos y, al ver a ambos agradecer, mimetizo sus movimientos para no parecer maleducado, sobre todo con Hangaku.

Vaya. — Terminando de degustar el pescado, sus labios formaron una sonrisa muy sincera. —Está realmente muy rico, Isa-san. Hace mucho no comía algo por el estilo.

A un ritmo lento, terminó de comer el almuerzo y se quedó relajado en su sitio, como si estuviera vencido y agotado. Tan así, que en la que se quería dar cuenta, los otros dos ya estaban recogiendo la mesa. Se sentía un poco mal porque sentía que siempre que se necesitaba ayuda o algo este llegaba tarde. Paró su cuerpo de golpe y se sumó en ayudar con la simple tarea.

Eso creo. — Dirigió su mirada a la chica al escuchar sus palabras, no sin antes pispiar de reojo al hermano lavar, notando que este no tuvo reacción alguna sobre nada. —N-no es nada.

Negaba leve con las manos al ver la reverencia.

N-no hice nada extraordinario o que otra persona no hubiera hecho. O eso creo... — Titubeó y desvió la mirada, dando a notar lo que le costaba recibir un tipo de agradecimiento sobre algo.
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La muchacha apoyó sus manos en las rodillas y negó suavemente con la cabeza esbozando una sonrisa. Estaba dispuesta a enarbolar la razón de su agradecimiento hasta el final.

—Hay muchas personas, que quizá me hubiesen acompañado tal y cómo dice usted. Pudo haber sido una misión asignada a cualquier otro, pero de alguna manera siento que la empatía que me mostró fue sincera, algo más que un simple ninja cumpliendo con su deber. Y es por ello que le agradezco, porque pese a todo, por simple y banal que pueda parecer, la amabilidad es algo que hoy en día se ha perdido y hasta se llega a considerar indeseable en un shinobi. El hecho de hacer sólo lo que corresponde, y no más allá por voluntad propia. Es por ello, que de verdad le agradezco — levantaría la mirada y sonreiría.

—Perdona que mi hermana te esté haciendo perder el tiempo, es muy melodramática para todo y no puede despedirse de forma normal— Dijo desde el lavamanos el chico de la coleta. No sé volteó en absoluto y continuó con su labor de lavar los trastes, pero sin duda tenía al oreja parada para prestar atención a la conversación.

—¡KAGETSUNA! — Infló los cachetes y se puso roja. —Cómo sea, ya dije lo que tenía que decir. Supongo que entonces, este es el adiós. — Diría, no con tristeza, sino con condescendencia.
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Muchas gracias por sus palabras. — Dijo algo apenado, sin saber mucho como reaccionar. —A veces me cuesta un poco ser así, pero creo que su trato me ha ayudado un poco a mostrarme de esa forma. — Se sinceró con ella, mientras la miraba y sonreía.

Desvió la mirada al escuchar a Kagetsuna y rió leve viendo la interacción entre ambos.

Así es, hasta aquí llego yo. — Volvió a mirar a Hangaku, mientras comenzaba a estirar sus brazos y a caminar lentamente hacía fuera del comedor. —Espero que en un futuro podamos volver a cruzarnos, Isa-san ¡Hasta pronto! — Movía su mano, en señal de saludo, ya retirándose del lugar. —Ah. Saludos a ti también Kagetsuna, un placer conocerte.

Saliendo ya del comedor, empezó a encaminarse derecho hacia la salida, observando por última vez la llamativa casa antes de marcharse. Simplemente abrió las puertas y salió sin más.

Iba caminando por las calles con un paso lento y vago, además de pegar algún que otro bostezo en el camino. Se le notaba un poco cansado debido a lo que había pasado la noche anterior y por las últimas tareas que hizo en la casa. Quería dirigirse hacia el edificio del Arashikage, para informar lo más rápido posible que había terminado su misión, solo para quedarse libre de eso y poder volver tranquilo a su casa. «Voy a intentar evitar lo que pasó la otra vez. No quiero más problemas.»
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La muchacha hizo una reverencia para despedirse, y jaló una última vez de la coleta a su hermano para obligarlo a agacharse y que le imitara también. Tres días que se suponían debían ser normales, quizás fueron un poco más ajetreados de lo debido, pero se quedaría con la anécdota para largo. Más le valía apresurarse para ir a reportar, debido a que luego de la tarde no era del todo prudente acercarse por la noche al edificio de la Arashikage, aunque este era un detalle que él bien no podía conocer.

Finalmente llegaría al edificio, pero en el lugar no se encontraría al mismo encargado, sino a una mujer con un pantaloncillo corto que dejaba ver bastante carne del muslo y una blusa corta de tirantes que apenas podía esconder su voluminoso busto. Ataviada en color azul marino, lucía a juego con su cabellera negra. De alguna manera tenía un gran aura, una fuerte presencia. No es que fuera intimidante como el padre de Hngaku, sino más bien todo lo contrario, era una vibra magnética y atractiva.

La damisela estaba en el escritorio revisando y acomodando papeleo, pero no le pasaría desapercibida la llegada del genin.

—¿Te puedo ayudar en algo?— Levantaría la mirada, observándole con aquellos ojos celestes profundo.
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Pegó un suspiro antes de llegar, esperando no cruzarse nuevamente con el encargado de días atrás.

Entró al edificio, dirigiéndose directamente hacia la secretaría. Miró a la mujer y, por dentro, festejaba ya de por sí de que era otra persona la que estaba de turno. Aliviado, se dirigió al escritorio caminando lentamente y esbozando una sutil sonrisa.

Si. — Se paró en frente del escritorio y con su mano izquierda buscaba el pergamino que tenía en su portaobjetos. —Acabo de terminar mi primera misión. No se si debo darte esto, darte detalles de mi misión o qué exactamente. — Dijo con el pergamino de la misión que se le había encomendado en su mano.

Se le notaba más cómodo y relajado en este momento, ya que, por lo menos para él, las vibras que le transmitía esta encargada eran mucho más positivas que las del anterior.
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Hōzuki Kīroka es cuanto menos, un enigma. Afuera llovía torrencialmente, por lo que ese día había logrado encontrarla de buen humor, aunque no por ello menos traviese que de costumbre. Ella sonrió y le examinó de arriba para abajo, antes de proceder a hablar.

—Ay con los niños de hoy en día que lo más básico es lo que pasan por alto, y con los no tan niños también — Se burló mientras le pasaba un formulario. —Toma y llena este informe, ya luego me los traes — Dijo con tono alegre. Por la cara larga que traía el muchacho, se imaginaba que no había sido tan fácil como parecía. Sí, muchas veces las misiones de rango D terminaban causando más fatiga mental de lo esperado.

Quizá se debía a que después de todo, la intención del Yuki había sido la de aleccionarlo de una buena manera, y quizá, lo consiguió hasta cierto punto, pero no era nada de la incumbencia de Kīroka.

—No sé quién te habrá dado la misión, pero eso ya no importa. Felicidades, pues alguien tiene que dártelas — Remataría mientras le extendía un sobre con su bien merecido salario.


Con esto creo que llegamos al final de esta misión, perdón por la tardanza en estos últimos momentos más cuando ya estaba por finalizar. Espero que no se haya alargado demasiado y en sreio lamento mucho las veces que sobrepasé las 72 horas x.x. Un gusto. Si deseas, puedes postear una última vez para dar el cierre o dejarlo asï. Como máster yo solicitaré la experiencia. Risa
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Pegó un leve suspiro cuando la otra Hozuki le alcanzaba el formulario.

Si, perdón. Me había olvidado. Creo que tengo la cabeza en otro lado.

Simplemente, tomó la hoja y se puso a rellenar toda lo que se le pedía.

No se como se llamaba, pero, como acabas de decir, no importa mucho ahora mismo. — Al terminar el informe, lo dejó apoyado en el escritorio. —Muchas gracias por todo.

Agarró el sobre con su respectivo pago y, mientras lo iba guardando, se daba media vuelta y empezaba a caminar lentamente hacia la salida.

Que tengas un buen día, suerte. — Le dijo de espaldas, con una mano terminando de guardar el sobre y con la otra mano haciendo una seña de saludo.

Finalmente, luego de un par de días, volvería nuevamente a su casa. No había nada en especial que le haga en falta que haya ahí o algo que extrañe, pero si tenía muchas ganas de estar un buen tiempo acostado en su cama, descansando y olvidándose de todo. Cosa que haría luego de llegar al destino y despojarse de las cosas que tenía encima, como el sobre y el portaobjetos. Se desplomó en su cama, quedándose inmutable durante unas cuantas horas.
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